Las mañanas del mes de mayo, distintas a los primeros meses del año, invade
y suspende los sentidos con su particular despertar, los días se han
adentrado en el otoño del hemisferio sur y el paisaje torna en su vestir
siempre verde, dando lugar a un interminable arcoiris vegetal que nace en
los primeros ramales y se interna en el bosques de manera irreverente,
dispuesto a cambiar de manera caprichosa los matices verdes de las hojas de
los árboles por tonos cafés y amarillos.
Una suave niebla cubre los campos y el rocío baña las praderas. El río
corre en silencio y de sus aguas emerge cual espectro, el vapor humeante,
que sube lentamente hasta desaparecer en las alturas. El aire huele a
humedad y se mezcla con los aromas del bosque y del río, ahora más que
nunca me siento “nativo” de estas tierras y de estas aguas.
Hoy será nuestra última pesca de la temporada, puesto que el mes de mayo,
también marca el fin de la temporada estival, un mal necesario que busca
conservar la débil y frágil fauna de truchas y salmones asilvestrados en
nuestras aguas continentales, período en el cual se pondrá a prueba nuestra
voluntad, para dar espacio a la reproducción de estos hermosos peces
continentales.
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Antes de vestirme para comenzar la jornada de pesca, me acerqué al río y
hundí mis manos en sus aguas para estimar su temperatura. El río Quinchilca,
se ubica cerca al poblado de Los Lagos, al noroeste de de la ciudad de
Valdivia, por estos días también se encuentra bajo los efectos del otoño y
sus aguas presentan una temperatura bastante baja, la que bordean los 7°
C. Mientras sacudía mis manos tratando de secarlas, hice un comentario a
mis compañeros de jornada: “la pesca estará lenta”. Fernando Collinao,
Jaime Parra y Jaime Loyola comprendieron de inmediato el mensaje, y
continuaron con el cambio de atuendos de manera pausada, no hay apuro.
Ellos sabían que deberíamos esperar la salida del sol, para que comenzara
a entibiar la temperatura ambiente, de esta manera podríamos realizar una
buena pesca. Siendo las truchas animales de sangre fría, necesariamente
requieren aumentar su temperatura corporal para lograr el nado adecuado para
alimentarse, sin provocar un desgaste de energía que podría ser perjudicial
para su sobrevivencia.
La temperatura del agua es un factor muy importante para desarrollar una
buena pesca y que debemos considerar seriamente, debido a que éste es uno de
los pocos que no son solucionables por un pescador, ya que depende
exclusivamente del medio y el entorno. Una temperatura óptima del agua,
para desarrollar una buena pesca, oscila entre los 11° C a los 16° C. Son en
estos momentos donde los peces nadan a su mayor capacidad y podrán
alimentarse sin mayor desgaste de energía. Por otra parte, en estos
momentos es donde se producen la mayor cantidad de eclosiones de insectos,
asegurando una buena cantidad de alimento a las voraces truchas.
En el transcurso de las primeras horas de la jornada, recorrimos el río
tratando de encontrar los pozones donde la temperatura presentara leves
cambio, producto del correr más lento de sus aguas. Allí pudimos capturar
algunas piezas con ninfas de ephemeropteras y plecópteros, pero las aguas
seguían tan heladas como en las primeras horas de la mañana.
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Pasado el medio día, se despejó la niebla, el sol comenzó a calentar los
rincones que recorre el río Quinchilca. Pronto se produjo un brusco cambio
en la temperatura del agua y como por arte de magia comenzó a desarrollarse
uno de los acontecimientos mas increíbles que puede observarse en el suave
torrente de un río ubicado en la depresión intermedia de nuestro
territorio. Continuas eclosiones se sucedían en las aguas, una tras otras
y sin detenerse, como si estuvieran marcadas por un cronómetro
imperceptible a nuestros sentidos. Las primeras eclosiones fueron
evidentes, cientos de mayfly emergieron del agua y tras ellas aparecieron
las glotonas truchas. El río cambió su dinámica, al punto de dejarnos
atónitos. Pudimos observar una gran cantidad de truchas emergiendo del agua,
a lo largo y ancho de todo el caudal, tratando de alcanzar las emergentes de
mayfly que dejaban el fondo del río.
Mi respuesta a estas eclosiones y evidente conducta de los peces, fue
cambiar mi línea sinking tip, por una línea de flote para pescar con una
wet fly, que imita una emergente, la “soft hackle”. Durante largo rato
intenté pescar con esta estrategia, más que lógica para el momento. Sin
embargo, las truchas se negaron a tomar la imitación. Concluí que mi
decisión y estrategia había sido erradas. Pero mis camaradas de pesca
corrían la misma fortuna, con estrategias muy distintas. Jaime Loyola, se
había inclinado por pescar con un pequeña mosca seca, Fernando Collinao
insistía con una pequeña ninfa y línea sinking tip, por su parte
Jaime Parra pescaba con una “Prince” y línea de flote, pero pese a todas
estas variables, nadie lograba capturar una de estas voraces truchas, que se
alimentaban frenéticas, mostrándose totalmente indiferentes a las moscas que
se le presentaban.
Pronto me percaté que las eclosiones poseían otra particularidad. Las
emergentes de ephemeropteras, variaban en colores después de cada eclosión
al igual que los tamaños de estos insectos. En tanto que en una de las
eclosiones emergían mayfly de un suave color crema, en las siguientes
eclosiones los tonos de los insectos se veían marcados por los colores cafés
y las siguientes por grises. Con el correr de los minutos comenzaban a
emerger pequeñas caddies de colores claros y en un número menos relevantes
stonefly de un color café muy tenue. Por su parte las truchas seguían
alimentándose vorazmente y en momentos, daba la impresión que el agua
“hervía” con sus movimientos en la superficie, y para colmo de males,
ninguna de las estrategias daba los resultados esperados.
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Entrada la tarde, durante una pausa, mientras bebía un reparador café,
comencé a analizar los movimientos de los peces tratando de entender cual
sería su preferencia para tomar su alimento, con el objeto de determinar un
patrón a utilizar y la presentación del mismo, fijando mi atención en las
tomadas que hacían los peces en la superficie (“rise”) y que nos podrían
ayudar a determinar el estado de los insectos presentes, al igual que la
preferencia de las truchas.
Cuando presenciamos enérgicas tomadas fuera de la superficie del agua, es
claro que los peces han optado por alimentarse mayoritariamente con
insectos en estado adulto. Estos vuelan muy cerca de la superficie o se
desplazan de manera rasante sobre la misma, lo que obliga a los peces a
nadar velozmente para poder romper la superficie del agua y alcanzar su
alimento fuera de ésta; una mosca seca será la imitación adecuada para
enfrentar este momento. Si sólo logramos observar la parte dorsal del pez,
será evidencia de que su alimento estará compuesto por los insectos que han
comenzado a abandonar el lecho del río, en dirección hacia la superficie,
para eclosionar; lo optimo en este caso, será utilizar un patrón de
emergente, para imitar la comida que se encuentra derivando justo bajo la
superficie del agua.
También es posible que sólo podamos observar la cola de los peces fuera de
la superficie, en cuyo caso, es evidencia que éstos se están alimentando con
ninfas, larvas o crustáceos que se encuentran en el fondo del río, por lo
que un patrón adecuado para estos momentos deberá imitar insectos en estado
inmaduros, tales como ninfas o larvas. Otras señales dejadas por las
truchas al momento de alimentarse, son las inconfundibles ondulaciones en
la superficie del agua, producto de lentos movimientos efectuados por los
peces en dirección a la superficie, para tomar o alcanzar su alimento, con
una suave abertura de la boca. En cuyo caso, es evidencia que su alimento
lo componen adultos reproductores ( “imagos” ) y/o insectos muertos que
flotan en el agua, por lo que una imitación de “spinner” de mayfly,
debiera tener resultados más que favorables en estas condiciones.
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En este caso, los peces dejaban clara evidencia de estar alimentándose con
insectos que dejaban el fondo del río para eclosionar y como las tomadas
eran muy cerca de la superficie, continué pescando con mi línea de flote.
A su vez, las eclosiones predominantes correspondían a pequeñas
ephemeropteras, por lo que concentré mi atención en dos patrones que imitan
de manera adecuada el estado inmaduro de estos insectos.
Seleccioné un patrón de Pheasant Tail del número 10 y comencé a lanzar
unos tres metros justo arriba de la posición donde se encontraba comiendo
tres voraces truchas. Deje que la mosca derive de manera libre, hasta pasar
el punto donde se encontraban estos peces. Intenté un par de ocasiones más
y luego cambié el patrón por una de Pheasant Tail lastrada del número 14,
sin obtener resultados favorables. Cambie de patrón una vez más, ahora
la mosca seleccionada fue una Hare's Ear de tamaño pequeño, número 14 y
lastrada. Volví a repetir el lanzamiento unos tres metros arriba de la
posición donde se encontraba comiendo estos tres peces. Dejé que la mosca
derivara libremente en esta posición y en uno cuantos segundos siento una
fuerte y poderosa tomada de una hermosa trucha arcoiris, y luego de una
emocionante lucha, llegaría a mis manos para ser devuelta a sus aguas.
Repetí nuevamente mi estrategia y segundos después sentí nuevamente una
fuerte tomada de otras arcoiris. El misterio de este momento de gran
selectividad había sido resuelto.
Jaime Parra, que se encontraba pescando muy cerca de mi posición, río abajo,
me instó a que le contara el secreto. A lo cual contesté que no era ningún
secreto y le indiqué que cambiara por línea de flote y que usara una Hare's
Ear, a lo cual me respondió que podía cambiar la línea pero no tenía
ningún patrón se Hare´s Ear. Así que me desplacé hasta donde éste se
encontraba y le pasé un de estos patrones, con el cual logró capturar una
hermosa arcoiris, al primer lanzamiento.
Después de varias horas tratando de entender la conducta de los peces,
habíamos resuelto el misterio de este momento de “alta selectividad”, una
pesca muy técnica y que aún recuerdo como uno de los momentos de mayor
desafío a los cuales me viera enfrentado la temporada recién pasada.
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