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           Cuando 
    existe ánimo y entusiasmo para salir de pesca, se junta el grupo adecuado y 
    se escoge el lugar correcto, los resultados no pueden ser menores a las 
    expectativas planteadas desde antes de la partida.  Eso fue lo que 
    ocurrió hace unos días cuando mi gran amigo y compañero de pesca, Adolfo 
    Rademacher, me llamó para invitarme a pescar. 
          Aún cuando 
    habíamos coordinado varias salidas de forma anterior durante la presente 
    temporada, por distintos motivos, ninguna de ellas se había traducido en un 
    viaje al río y nos habíamos quedado con las ganas de concretar aún que sea 
    sólo un día de pesca en conjunto.   Por este motivo me alegré 
    mucho cuando Adolfo me llamó para confirmarme que podríamos salir durante el 
    fin de semana cercano.  Con esta expectativa, rápidamente preparamos el 
    viaje e invitamos a otros dos amigos comunes, Egerson Ortega y Massa San, 
    para completar el vehículo, compartir los gastos, y claro, aprender un poco 
    más de pesca de los demás y de nosotros mismos.  Esto me resulta muy 
    familiar, ya que mi padre me decía que así se forman los pescadores y 
    también las grandes amistades. 
      
    
    Un río de en las montañas 
          El lugar de 
    destino fue un de los tantos ríos ubicados en el cordón pre-cordillerano al 
    Sur Este de la región de Los Ríos. Esta es un área de montañas, cubierta de 
    frondosos bosques y ríos de aguas prístinas, un lugar sobrecogedor donde es 
    inevitables sentir en profundidad la naturaleza que te rodea, donde un 
    pescador encuentra todas las aguas que su imaginación tenga capacidad de 
    recrear y donde los peces pueden transformarse en inolvidables capturas.    
    La verdad es que no creí necesario anticipar un lugar destino, ya que 
    Egerson, uno de nuestros compañeros, quería llevarnos a conocer uno de sus 
    lugares favoritos de pesca.  Eso no me pareció nada de mal, así que de 
    esta forma, de Guía para a ser guiado, una posición muy cómoda y la que se 
    siempre se agradece. 
      
          El río de Egerson 
    resultó una alucinación refrescante, un curso de aguas claras que corría por 
    un lecho pedregoso en el fondo de un profundo cañón.  Todo el río era 
    un sucesión interminables de fuertes rápidos, seguidos de lentos y profundos 
    pozones para finalizar con bajos y rápidos riffles.  Entre las piedras 
    cercanas al río, la abundancia de los exuvios de Stoneflies dejaban clara 
    evidencia de la importancia de su población en el agua, la que no podía ser 
    menor en la conducta de alimentación de los peces.  Lo mismo se repetía 
    con restos de Aeglidae o Pancoras de agua de dulce, restos dejados por las 
    aves y mudaciones propias de estos crustáceos.  
            
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          Con esta simple 
    radiografía del lugar, no dudé en seleccionar de entre las moscas de mi caja 
    de ninfas una Dark Stone de color café para comenzar a pescar.  
    La Dark 
    Stone es un patrón incomparable para imitar a las ninfas de plecópteras del 
    hemisferio sur, y con el cuál los piques no tardaron en llegar.  Las 
    tomadas eran lentas y en la medida que avanzaba la mañana fueron 
    decreciendo, por lo que decidí cambiar mi mosca por un patrón que imitaba a 
    las Pancoras del río, una Bugger de color verde, flash matizado atado en su 
    cola, cabeza de bronce y patas de gomas blanca.  
     
          Con esta mosca 
    las tomadas fueron mas regulares y muchas arcoiris fueron cediendo ante la 
    tentación de este patrón.  Aún que no muy grandes, todas las truchas 
    evidenciaban una gran fortaleza y al verse atrapadas, trataban de liberarse 
    dando rápidas corridas contra la corriente y sorprendentes saltos fuera del 
    agua, un verdadero espectáculo del que me pude regocijar varias veces 
    durante la mañana. |  
      
      
      
    
    Las moscas de Massa San 
          Muy cerca de 
    14:00 hicimos un alto para almorzar.  Algo agotados pero sin bajas en 
    el entusiasmo, pudimos compartir un rico y reparador almuerzo.  La 
    conversación nos llevo por varios pasajes, mientras Massa San nos ilustraba 
    con algunos secretos de la pesca en los ríos de Japón, los Pirineos, Alaska, 
    Canadá 
    y Tierra del Fuego.  Massa es un pescador de mucha experiencia por lo 
    que siempre vale la pena prestar atención a sus historias.    
      
      
            
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         Aún que he salido en 
    muchas oportunidades a pescar con Massa San, y muchas otras veces nos hemos 
    reunido para conversar de pesca, jamás me había preocupado de revisar el 
    contenido de sus cajas de moscas.   En ningún caso me es 
    desconocido que sus gustos por la pesca están dados por las líneas de flote, 
    las moscas secas, pequeñas ninfas y emergentes,  pero inconscientemente 
    asumí que sus moscas no podrían ser tan diferentas a las que usamos en estos 
    rincones del sur de América.  Para mi sorpresa esto no era como lo 
    imaginaba, de hecho, cuando revisé el contenido de sus cajas, durante el 
    almuerzo, no pude dejar de sentirme sorprendido por la singularidad de sus 
    montajes.  En su mayoría éstas eran imitaciones de moscas secas,  
    un gran porcentaje de estos patrones estaban montados al estilo Parachute, 
    con un interesante predominio de los colores amarillos y otros muy visibles 
    en el agua.  Algunos patrones estaban montados en anzuelos con formas 
    muy especiales y otros moldeados con más de un anzuelos. |  
      
            
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         Massa nos contó que 
    algunos de estos patrones los tenía para la pesca del Yamame, un pequeño pez 
    de los ríos de las montañas de Japón, muy similar a nuestras truchas.  Una 
    de las características del Yamame es su 
    rapidez para tomar su alimento.  Este recoge todo posible alimento 
    sobre el agua y una vez dentro de su boca, el pez analiza si es o no un 
    bocado.  Si este no corresponde a un alimento digerible, el Yamame 
    escupe con rapidez el contenido de su boca.  Todo esto sucede en tan 
    sólo 0,2 segundos,  por lo que el desafío para un pescador que trata de 
    atrapar uno de estos peces, es clavarlo en menos que en ese tiempo.   
    Bajo estas circunstancias, la forma de los anzuelos y los montajes son 
    fundamentales para lograr este objetivo.  Algo muy interesante como 
    para conocer y considerar. |  
      
      
    
    Una gran trucha en un pequeño río en las 
    montañas 
          Para abordar la 
    pesca durante la tarde, discutimos la posibilidad de pescar en algún otro 
    sitio para aprovechar de conocer otra parte de este río u otro río del 
    lugar.  Como ninguno de mis acompañantes conocía otro lugar en las 
    cercanía, yo sugerí visitar un pequeño río en las montañas, muy cerca del 
    lugar  donde estábamos.  El lugar 
    que sugerí, lo 
          conocía muy bien, ya que lo había pescado en incontables ocasiones 
    anteriores, y se 
          que las truchas allí son grandes, fuertes y muy selectivas.   
          La idea fue del gusto de todos, por lo que una vez más retomé  mi 
          lugar de Guía, dejando el desahogo que significa ser conducido en 
          lugar de guiar.   
            
              
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         Nos tomó varios 
          minutos llegar a nuestro nuevo destino, y luego de algunos "¿estás 
          seguro de que es por acá?", consulta reiterada de mis amigos, llegamos 
          al río que pretendíamos.  El río venía mucho más bajo de lo 
          habitual, dando una primera impresión de que éste no era más que un 
          pequeño arrollo sobre un lecho rocoso.   Preparamos nuestros 
          equipos de pesca y una vez en el agua, mis amigos pudieron 
          comprobar que el río traía más agua de lo que parecía.  Sus aguas 
          azules corrían rápidas, fuertes y en un volumen mas que generoso.  Sugerí 
          pescar los pozones más profundos del río, utilizando grandes ninfas 
    de Plecópteras, 
          imitaciones de Puyes y/o Pancoras.       Egerson 
          fue el primero en divisar un par de grandes truchas nadando en la 
          correntada.  Este avistamiento encendió el fervor del grupo y 
          generó grandes expectativas para todos.  Dado a las características 
          del lugar, pescar una de esas truchas no sería una tarea fácil, así que 
          pusimos todo nuestro esfuerzo y experiencia, para trabajar 
          en equipo y lograr el tan preciado trofeo, junto a una increíble foto 
          para la posteridad.       
          Debimos utilizar varios patrones antes de lograr los primeros pique.  
          Pero el mayor desafío no estuvo en la selección de la mosca, sino en 
          como evitar que las truchas no cortaran la línea o el tipex.   
          Si bien Egerson logró clavar varias veces a uno o más de uno de estos 
          enormes 
          peces, las truchas terminaban por liberarse de la línea que las 
          sujetabas, cortándolas como si fuera un ligero hilo sin resistencia.  
          Mi suerte no fue distinta con estas truchas.  La fuerte corriente de 
          estas aguas y el reducido espacio entre las correntadas y los pozones 
          donde buscaban refugio una vez que se veían sujetas al anzuelo, no 
          dejaban espacio para errores.      
            
              
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          Mientras yo buscaba un nuevo punto en el río que me permitiera lanzar 
          sin espantar a los peces,  escuche un gran alboroto, al voltear 
          para mirar, pude ver que Adolfo hacia grandes esfuerzos por sostener 
          su caña y mantener el control de la línea.  Había enganchado una 
          de las truchas y se notaba que aquel pez no tenía ninguna intención de 
          hacerle las cosas fáciles o dejarse atrapar sin pelear para recobrar 
          su libertad.  Massa estaba en la correntada varios metros arriba 
          de la posición de Adolfo y yo varios metros abajo, así que fue Egerson 
          quién lo apoyo para doblegar la fuerza de la trucha.  Luego de 
          varios minutos de fuertes tironeos de la trucha pare liberarse y esfuerzos por retenerla,  Egerson 
          la pudo alcanzar y levantarla con un chinguillo.   Sólo entonces pudimos 
          observar el tamaño de la trucha, apreciar sus impresionantes colores y 
          comprobar sus 5,8 kilogramos de esta fuerte e increíble arcoiris.       Todos terminamos muy contentos y no dejamos de hablar de los recientes 
          sucesos.  En eso se nos fue la tarde y comenzamos a preparar el 
          regreso a Valdivia.  Como dije al comienzo: "cuando existe ánimo y 
          entusiasmo para salir de pesca, se junta el grupo adecuado y se escoge 
          el lugar correcto, los resultados no pueden ser menores a las 
          expectativas planteadas desde el comienzo".   En este 
          día de pesca las cosas no pudieron resultar mejores y claramente 
          cumplieron con todas nuestras expectativas.  ¿Qué más podemos 
          pedir?.        
          Nos alejamos de este pequeño río en las montañas y dejamos que sus 
          enormes truchas retornen a la tranquilidad de estos parajes, abrigando 
          la esperanza de volverlas a encontrarlas en un futuro en las mismas 
          correntadas y pozones donde las avistamos esta vez.   
    
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