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Escrito por:
Roger Klint (Ontario-Canadá) en su visita a Chile en el año 2006 |
Imágenes y
contactos: La Vaguada - Flyfishing, Outdoors & Outfitters |
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Comenzamos nuestra aventura acompañados de un maravilloso amanecer en
la ciudad de Puerto Varas, a orillas del majestuoso lago Llanquihue,
con un sol nutrido de vida que asoma entre gigantes de lava reflejando
su luz a través de sus blancas nieves. Sin lugar a dudas, a pesar de
la madrugadora jornada, un paisaje increíble.
En una confortable camioneta y con bote a remolque emprendemos camino
por la ruta internacional 225, orillando la rivera del lago Llanquihue
y con un sol naciente que casi enceguece. El paisaje es verdaderamente
conmovedor. Las verdes praderas, las antiguas casas y graneros de
arquitectura alemana nos hacen pensar por un momento que nos
encontramos en algún punto de Europa. Constantemente tenemos que
detenernos en la carretera para darle paso a las innumerables cabezas
de ganado que cruzan el camino de regreso a sus potreros luego de una
madrugadora jornada de ordeña.
A 30 minutos de haber salido de la bella ciudad de Puerto Varas nos
encontramos a los pies del hermoso Volcán Osorno, un gigante ígneo que
lleva dormido hace más de 1 siglo, custodiando nuestro pasar con un
cono perfecto de más de 2.600 metros de altura, y que entre sus
grietas guarda decenas de historias impactantes y dolorosas.
Tomamos camino hacia la localidad de Ralún, y a 15 minutos de haber
pasado por la pequeña villa La Ensenada nos detenemos. A las 8 de la
mañana llegamos a un camino custodiado por guardias de una empresa
privada, propietaria del único terreno que tiene acceso al río
Petrohué finalizando sus aguas blancas y dando comienzo a las aguas
navegables. Este sector se conoce como Hueñu-Hueñu, ya que el río del
mismo nombre cruza la carretera y más abajo se toma de la mano con el
grande y a veces furioso río Petrohué.
Nos adentramos por un tupido camino que no es para cualquier vehículo,
teniendo que hacer un par de maniobras dignas de una aventura todo
terreno, lo que hace que nuestra jornada ya empiece con un grado de
adrenalina y entretención. Nos sacudimos por más de 20 minutos por esa
altanera ruta que quería que llegáramos con problemas estomacales.
Son las 8:48 y nos encontramos ya a las orillas del río Petrohué. Nos
bajamos del embarrado vehículo y sin que nadie diga nada, nos
acercamos a la rivera y con la mano tocamos sus heladas aguas.
“Bienvenidos al río Petrohué”, dice nuestro anfitrión Don Carlos
Schröder, director y socio de la operadora de turismo Aitué Patagonia,
empresa que nos trajo hasta el lugar.
Inmediatamente nos vestimos con nuestros aperos de pesca y armamos
nuestras líneas, mientras alardeábamos sobre nuestros equipos.
Como por arte de magia, sin darnos cuenta y gracias a un chofer de
primera, (nuestro anfitrión) el bote ya estaba posado sobre las aguas
del río, y Rodrigo, nuestro guía, nos apresura para aprovechar las
horas más productivas de pesca.
Después del tercer grito del guía, y un llamado de atención del
veterano de pesca Klaus Kenet, saltamos al bote. Un bote de pesca
Mackenzie diseñado especialmente para disfrutar de la pesca con mosca
y construido de madera noble. Realmente casi una obra de arte.
A las 9:30 de la mañana Carlos, (el anfitrión), nos empuja el bote
para navegar río abajo.
Así comenzamos nuestra aventura.
El río Petrohué tiene una longitud aproximada de 54 kms. Su nombre
viene del mapuche que significa “lugar de pétros” (insecto típico del
lugar), aunque otros documentos dicen que significa “desmoronarse o
ablandarse” lo que me queda claro debido a la gran cantidad de ribera
erosionada y derrumbes río abajo.
Su clima templado lluvioso nos indica que a pesar de que el día nos
prometa un buen tiempo, tenemos que estar preparados para todo.
Las especies que nos esperan para esta jornada son Truchas Fario, Arco
iris, Salmón Atlántico, Coho y Chinook (Salmon King), este último
abundante desde los primeros días del mes de marzo, fecha en que
comienzan a remontar los ríos para su desove.
A las 10:40 de la mañana comienza una ligera lluvia, y junto con eso
las primeras picadas. Nos da la bienvenida una pieza de alrededor 1
kilo 500 gramos, que aunque no es un magnífico trofeo dio una dura y
digna batalla, quedando por siempre recordada en los lentes de mi
cámara y hoy sobre mi escritorio como recuerdo de mi viaje a Chile.
Así comenzó el día con una picada cada 20 minutos aproximadamente, y
se fueron alargando los tiempos y concurría la jornada.
El Río Petrohué es realmente hermoso.
Mientras descendíamos en la bella embarcación, por momentos dejábamos
nuestros equipos de lado para concentrarnos en la inigualable belleza
de su rivera.
Existen muchos bancos de arena donde se puede vadear y recorrer su
entorno, e insisto en esto, es difícil concentrarse en las truchas con
tanta majestuosidad. Por supuesto no nos podría faltar una compañía
digna de tales comensales. Unos exclusivos quesos de la zona, jamones,
ahumados en general, y un magnífico vino chileno de una conocida casa.
La verdad, la fineza en vida en medio de la mas acogedora soledad.
A las 16:30 de la tarde llegamos a un lugar que nos dicen se conoce
como “El Nalcadero”, donde nos esperaba el equipo de Aitué Patagonia
con unas jugosas carnes al disco y un snack de mariscos, con sus
respectivos vinos, cerveza y otras aguas reconfortantes.
Después de comer, y que Klaus, el líder del grupo aumentara en medio
kilo el tamaño de su última trucha cada 20 minutos, recogimos nuestro
equipo, aventura y recuerdos, y tripulamos nuevamente el vehículo, que
con bote fiel a remolque, emprendimos regreso a la hermosa ciudad de
Puerto Varas.
A las 19:30 hrs. ya estábamos nuevamente en la carretera, a no más de
10 minutos de Ralún, bahía donde el lago “Todos Los Santos” a través
del río Petrohué, entrega sus aguas al mar.
Arriba de la truck miro a cada participante de la jornada, que con
cabeza gacha ya se escuchaban los primeros ronquidos, y de seguro
soñando con las 9 piezas que devolvimos como ofrendas al maravilloso
río.
Yo empiezo a bajar mi cabeza también y los ojos de me comienzan a
cerrar, lentamente y por mas fuerza que hago. Mientras la
tranquilizante música que suena por los parlantes me golpea y
finalmente me duermo. Ahora soñaré con el maravilloso río Petrohué y
su riqueza mientras llegamos a Puerto Varas.
Queremos agradecemos a Aitué Patagonia Ltda -
www.aituepatagonia.cl , a
nuestro anfitrión Don Carlos Schröder, y a nuestro guía Rodrigo Marcus
por tan inolvidable aventura.
Otras imágenes de la crónica:
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