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Origen y contacto:
Un artículo exclusivo de la revista "Línea 4" para
"La Vaguada - Flyfishing, Outdoors & Outfitters" |
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Nada puede representar más fina y acabadamente a la pesca con mosca que la
esbelta e inconfundible silueta de un imago de efemeróptero. Así, sin
demasiados fundamentos ni un explícito convencionalismo, las “myflies” han
venido a ser, en cualquier lado donde se lo practique, el símbolo viviente
de nuestro deporte. Empero no es el único y ni siquiera el más
abundante insecto acuático que integra la dieta de los salmones, pero suele
ser el primero al que hecha mano el “subconsciente entomológico” de un
pescador con mosca.
Tal vez esto ocurra, porque ellos –los efemerópteros- con sus formas de
exquisitas mariposas, tiendan como ningún otro, ese puente estético entre el
pez y el arte de tomarlo delicadamente.
ORIGENES Y GENERALIDADES
Gran parte de los procesos más antiguos y repetidos de la naturaleza suelen
causar sorpresa al hombre común que, estando frente a ellos, casi siempre no
alcanza ni siquiera a sospecharlos.
Eso pasa con la
maravillosa evolución (mutación) de los insectos acuáticos que desde el
fondo de los tiempos vienen naciendo debajo del agua donde permanecen un
largo período en estado larval, hasta que un día ascienden a la superficie y
se transforman en hermosos y delicados insectos alados que como las
mariposas, tienen un corto pero intenso período de vida adulta.
Tal vez el orden de los efemerópteros (del griego, literalmente, “alas que
duran un solo día”) sea el más antiguo de todos los insectos alados,
habiéndose descubierto orígenes fósiles en el período Carbonífero y Pérmico,
pero ya en el Jurásico hubo especies similares a las actuales. Sin
embargo los científicos advierten que no se trata de “fósiles vivientes”,
sino de individuos con una extraordinaria plasticidad que están en una de
sus últimas fases de evolución.
Lo cierto es que representan un modesto grupo que incluye unas dos mil
especies, algo así como el 0,2% de todos los insectos conocidos. Su
distribución es prácticamente planetaria, solo faltan en algunas islas como
Hawai y otras de la Polinesia. A pesar de su vasta difusión y
casi inexplicablemente para los insectos, que invariablemente muestran un
gran mosaico de formas y colores, los efemerópteros (sobre todo adultos) se
diferencian muy poco entre sí, al punto que a veces cuesta identificarlos a
simple vista.
EL NACIMIENTO
Su ámbito son las aguas y sus cercanías. Los huevos de los cuales nacen, son
depositados en ellas y caen al fondo de los lechos donde quedan sólidamente
adheridos debido a un revestimiento pegajoso que los cubre. Después de un
desarrollo embrionario nacen unas pequeñísimas larvas llamadas “neánidos”
desprovistas de apéndices respiratorios pero con dos cercos o colas. Es
dificilísimo distinguir las diferentes especies en este estadío.
Los “neánidos”
producen varias mudas hasta que van adquiriendo un aspecto diferente y
diferenciado según sea la especie. Al lado del abdomen desarrollan las
traqueo-branquias (con formas lanceoladas, plumosas, etc.) que por
vascularización permiten el intercambio gaseoso y finalmente la respiración.
A esta altura de la evolución se agrega (en algunas especies) un tercer
paracerco o cola en la zona media de los dos preexistentes. El momento
del cambio de estado de “neánido” a “ninfa” propiamente dicho, es
extremadamente dificultoso de establecer.
A
las ninfas de los efemerópteros, como a los de los plecópteros se les llama
también “náyades” que en la mitología griega eran las ninfas que nadaban
específicamente en los ríos.
Las muchas (de 20
a 40) y sucesivas mudas de las ninfas (que evolutivamente no es un estado
estático como regularmente creemos los mosqueros) van perfilándola con
segmentos meta toráxicos y esbozos alares (contenidos en estuches córneos),
hasta alcanzar ese estado que finalmente las caracteriza. Hay también
períodos de “diapausa”, es decir en los que la ninfa no se modifica para
nada.
CLASIFICACIÓN
Contrariamente a la homogeneidad que presentan los adultos, las ninfas
tienen sustanciales diferencias y se clasifican, según M. Grande, en cuatro
grandes categorías según sus características y comportamientos: especies
nadadoras, típicas de aguas estancadas ricas en vegetación sumergida. Sus
colas o cercos, recubiertos de densas cerdas, le permiten moverse a “saltos”
y a gran velocidad.
Especies deslizantes, que viven en aguas estancadas y son pésimas nadadoras.
Generalmente caminan y se “mimetizan” cubriéndose el cuerpo de detritos.
Especies fitófilas o planas, que frecuentan los torrentes de montaña.
Se adaptan precisamente por su cuerpo muy aplanado y unos órganos de
“anclaje” muy especiales, que les permiten meterse por los resquicios de las
piedras en vez de nadar. Si son desprendidas por la corriente, esta las
arrastran irremisiblemente.
A la cuarta categoría
pertenecen unas pocas especies escavadoras, que viven en sustratos limosos y
arenosos donde, con sus poderosas mandíbulas excavan galerías tanto en el
suelo como en las raíces de las plantas acuáticas. A su vez la
excelente guía de los norteamericanos Caucci y Nastasi (“Instant Myfly
Identification Guide” – 1848) las clasifica en dos grupos:
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Grupo I: a)
“Crawlers” (que reptan) y b) “Clingers” (que se adhieren).
-
Grupo II: a)
“Swimmers” (nadadoras) y b) “Burrowers” (excavadoras), que en principio
coinciden con los criterios de Grandi
Muchas de estas ninfas de efemerópteros son fitófagas, o sea que se nutren
de vegetales, principalmente de algas sumergidas, pero otras son
decididamente fitosaprófagas es decir se alimentan de substancias detríticas
de origen vegetal. Su número en los cursos de agua es realmente
elevado y tienen –como todos sabemos- un papel primordial en la dieta de los
salmónidos. Se calcula que en un metro cuadrado de superficie de
fondo, de un torrente de montaña pueden convivir más de 600 individuos de
este orden. Esta cantidad está dada en principio para los ríos
norteamericanos y algunos europeos.
El biólogo Arnaldo Mangeaud, del Centro de Estudios Entomológicos de la
Facultad de Ciencias Exacta, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional
de Córdoba, a quien solemos consultas frecuentemente, dice que la proporción
para los ríos de montaña cordobeses es –aproximadamente- 200 ninfas de
efemerópteros por metro cuadrado. Los arroyos de Achala en cambio
tienen más o menos 150 individuos en el mismo espacio y el río Los
Espinillos, prolijamente relevado por Mangeaud hace unos años, cuenta con
400 ninfas de esa especie por metro cuadrado. Esto lo atribuye a que
este último curso, no tiene un régimen de torrente propiamente dicho
Aquellas ninfas que suelen vivir en aguas mas o menos estancadas, necesitan
de todas formas que ese ambiente esté bien oxigenado y que carezca de
contaminación. Todo este período ninfal, en términos medios, dura
aproximadamente un año, pero en los extremos de los ciclos de desarrollo,
algunas especies se toman 3 años y otras tienen dos generaciones en uno.
UNA FASE EXCLUSIVA
Los efemerópteros tienen una característica única entre todos los demás
insectos y es que entre la etapa ninfal y el adulto (imago) existe una
fase alada denominada “sub-imago” que en la pesca con mosca se imita
bajo en nombre de “Dun”.
Los científicos lo llaman a este ciclo primitivo (o incompleto) de
desarrollo, “paurometábolo”. Así la metamorfosis (que los
biólogos prefieren llamar adaptación) de la ninfa en sub-imago, se
produce debido a un complejo mecanismo hormonal según la especie de que
se trate.
Básicamente este último proceso de transformación, llamado de
“emergencia” o “eclosión”, se resume en el ascenso de la ninfa a la
superficie y su salida al exterior del agua. En la pesca con mosca
este interesantísimo estado ha sido amplia y detalladamente descrito en
el excelente libro “Emergers” de Richards y Swhisher.
En las especies de aguas lentas o estancadas las ninfas maduras
ascienden desde el fondo, merced a una burbuja de aire que se forma
debajo de la cutícula que reviste su cuerpo. Una vez que han flotado por
un breve tiempo y vencida la tensión superficial del agua, se produce
una hendidura longitudinal en todo su cuerpo, por la cual aparece el
“sub-imago” desplegando las alas y abandonando “la cáscara” (llamada
exhuvia) sobre la que incluso flota por unos instantes.
En algunos casos
(generalmente de aguas rápidas) esta emergencia tiene lugar cuando la
ninfa trepa por la orillas donde después de secarse al aire libre, se
produce la eclosión de la forma que vimos anteriormente. Más
raramente esta metamorfosis suele desarrollarse debajo de la superficie
del agua, estando la ninfa “anclada” a algún objeto próximo a la
superficie. Este “dun” o sub-imago así “nacido”, nada rápidamente hacia
el exterior donde se seca las alas.
LOS HATCHES
Tal vez el aspecto más “secreto” que todavía no ha podido desentrañarse
científicamente, sea la extraordinaria sincronización con que se
producen estas eclosiones, que en nuestro deporte se llaman “hatches”.
Millones de ninfas, principalmente al atardecer, suelen eclosionar a la
vez formando densísimos enjambres.
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1) Ninfa de efemróptera |
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2) Ninfa en el momento de mudar |
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Los parámetros de este curioso fenómeno, se suponen que son el foto
período, la temperatura del agua, la presión atmosférica y hasta la
velocidad de las corrientes.
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3) Adulto de efemeróptera |
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4) Spinner |
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Lo cierto es que no hay pescador con mosca que alguna vez no haya
visto esta verdadera nube de “myflies” (mosca de Mayo) levantándose
del agua “durante el hacht”.
El sub-imago así aparecido se diferencia del imago o adulto por
varias características. Generalmente es más opaco que
éste, tiene las patas mas cortas y un menor desarrollo de los ojos y
los cercos o colas. La duración del estadío de “sub-imago” es
directamente proporcional a la del “imago”. Así, una vez
que salió del agua, el “dun” vuela a un lugar seguro donde permanece
inmóvil aferrado con sus patas especialmente dotadas hasta que
produce la última y definitiva muda liberándose esta vez de una
finísima cutícula que recubre todo su cuerpo (incluso las alas) y
todo en él se hace más brillante o transparente.
En este tiempo toda su anatomía se ha ido disponiendo para una única
función: la de reproducción. Tanto es así que el resto de los
órganos (por ejemplo los masticadores y digestivos) se han atrofiado
casi por completo.
El imago se ve imposibilitado de alimentarse y su canal digestivo se
llena de aire transformándose en un órgano aerostático. El abdomen
para esta época está totalmente ocupado por los órganos
reproductores y en este estadío los científicos lo consideran casi
como una “gónada volante”. |
DANZAS NUPCIALES
Sin poder
alimentarse, toda su actividad se destina a buscar compañera y
acoplarse. Comienzan entonces los fabulosos vuelos nupciales de los
machos. El dimorfismo sexual casi no existe y la hembra se reconoce
entre otros pequeños detalles por tener los ojos más chicos.
Con este propósito de fecundación, los machos se elevan sincronizada
y frenéticamente en largos vuelos verticales, alcanzando a veces
alturas notables. De pronto quedan paralizados en el aire y se dejan
caer como un paracaídas para reiniciar el vuelo al cabo de segundos
antes de tocar tierra.
Las hembras algo apartadas empiezan a contagiarse con estas
fantásticas circunvoluciones del enjambre y se deciden a atravesarlo
volando, ocasión en que un macho vuela debajo de ella, la sostiene y
pasa a fecundarla con sus gonostillas en el aire. Todo sucede con
rapidez e inmediatamente después del acoplamiento, el macho se
desploma y muere, mientras la hembra vive unas horas más para
efectuar la oviposición.
El comportamiento y desarrollo de algunas especies de alta montaña
(como los Heptagénidos) es un poco diferente, pues los adultos
(machos y hembras) viven varios días y aparecen a la hora del
crepúsculo.
LA OVIPOSICIÓN
La puesta de los
huevos por parte de las hembras se realiza de varias formas según
las especies.
Algunas dejan caer los huevos desde el aire y otras caen extenuadas
al agua donde antes de morir los expulsan. Hay casos en los que la
hembra se asienta en las proximidades de la orilla sobre piedras,
ramas o tallos, sumerge el abdomen y efectúa la puesta.
Algunas hembras de “Baetis” adoptan formas realmente extrañas, como
la de sumergirse totalmente debajo del agua (incluso por el lecho),
para lo que pliegan sus alas formando una especie de campana
neumática (como si fuera un buzo) hasta encontrar el lugar adecuado
donde finalmente efectúan “la puesta”.
Con los huevos firmemente adheridos al fondo, se inicia –como viene
ocurriendo desde siglos- un nuevo ciclo que renueva la larga vida de
los efemerópteros sobre la tierra, unos gráciles y hermosos insectos
alados con forma de pequeñas mariposas, a los que no se les suele
prestar demasiada atención, salvo que uno pesque con mosca y haya
aprendido que la naturaleza es una única y fascinante “Caja de
Pandora” donde se guarda toda la vida.
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