Un día me encontraba caminando por la rivera del río que me vio
nacer como pescador de mosca, a diferencia de otras ocasiones,
esta vez no armé mi preciado equipo y sólo me dediqué a completa
la eclosión de las delicadas efímeras. Al ver las ninfas
deambular cerca de la superficie comencé a recordar cuantos años
caminé por este río sin darme cuenta de todos los seres que
intervienen en la cadena de alimentación de los peces, antes para
mi todos ellos eran bichos. Lograr diferenciar tipos de
familias de insectos toma tiempo, pero tiene muchas compensaciones
para el pescador.
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Luego de continuar con mi caminata por la sobrecogedora orilla
llena de vegetación, pude divisar sobre el agua pequeños veleros
de alas grises como en una competencia de regatas. Aquí recordé
otra etapa de mi aprendizaje, un momento en el cual no era
suficiente llegar con la mosca donde estaban los peces que yo
quería atrapar, si no además era necesario colocarla la mosca con
precisión y delicadeza, algo que me llamó tanto la atención cuando
vi por primera vez a un pescador presentar delicadas moscas secas
sobre la superficie, una escena que encontré sobrecogedora y a la
vez motivante. En la ocasión también comprendí lo que éste hacia al
desviar su mirada hacia atrás, preocupándose no sólo de lazar
lejos, si no que además, de entregarle dirección
a la línea y forma al loop. Vaya pesca la que me gusta, me decía
en ese momento. Ahora también miro mi línea hacia atrás en
ocasiones.
Sigo junto con los veleros su viaje por la suave corriente
mientras dejan secar sus alas y algunos ya comienzan a dar sus
primeros aleteos, signo de que pronto volarán para buscar "pareja"
en las cercanías de la vegetación.
Los primeros pasos son cosas que a lo largo de nuestra vida quedan
como recuerdos, buenos o malos. Esto me refresca una anécdota de
cómo aprendí a acercarme a la rivera de un río sin alterar el
entorno. Quien no pensó alguna vez cuando vio a los pescadores de
mosca: ¿será que esto sólo resulta si uno está en medio del río?.
Pude responderme esta duda cuando comencé a percatarme que un
ingresar rápido al río sólo asustaba peces. Créanme que
ahora lo último que pienso es
en entrar prácticamente corriendo al río, ese es el primer gran
enemigo de un pescador con mosca, “la voz de la ansiedad”.
Ahora ya no quedan
veleros en el agua, alcancé un lugar en el río donde en una
decisión personal prefiero
esperar tranquilamente algunas horas bajo la sombra de un árbol, a
que los efímeros comiencen a depositar sus huevos y den su último
respiro antes de dejar sus alas extendidas como asemejando un crucifijo.
Aquí la lección aprendida constó en determinar el momento que se debe
presentar nuestra imitación de efímera muerta, nuevamente la
vocecita aparece y dice, “ahora, ahora si”; si le hacen caso,
seria todo, adiós trofeo. Aquí se rinde, a mi parecer, el “gran
examen de grado” para decirse "pescador de moscas secas".
Lo
bueno es que esta prueba la puedes rendir cuantas veces quieras y
no como en otras circunstancias de la vida.
Pienso que los
pescadores con mosca somos como las efímeras, pasamos mucho tiempo
como inmaduras ninfas aprendiendo y atesorando información de
todos lados para luego, en algunos instantes y sin dudarlo,
emprender el vuelo que nos transformará en pescadores adultos y con
la experiencia necesaria para enfrentar el camino de nuestro arte
de pesca.
Ahora es más fácil
aprender a pescar con mosca, hay más tecnología al alcance de la
mano, se ha masificado la información en Internet y las tiendas
deben estar más conciente de que no venderán más artículos si no
aprenden primero de que se trata la pesca con mosca.
Espero que ustedes
mismos descubran por su cuenta, su propia eclosión o evolución
como pescadores mosqueros.
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Cristian Mellado |
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