Pesca: Artículos, Notas, Historias y Reportajes

  La Vaguada - Flyfishing, Outdoors & Outfitters

   
 

 

 
     Escrito por:  Ricardo Ordoñez D. 
     Imágenes y contactos:  Ricardo Ordoñez     rordonezdiaz@yahoo.es
                                          Jaime Parra     antartica@telsur.cl     -  Daniel Portales   dportales@gmail.com  
                                                        Patricio Salas    patfishersalas@yahoo.es

     En el transcurso de los últimos  años, me enteré de las  increíbles historias  que  contaban  algunos pescadores.   Estos relatos aludían al encuentro con un  pez “gigante”, - propio  de los  países  del norte-, de inusual tamaño para las truchas que habitantes frecuentemente nuestras aguas.  El poderoso  gigante, - nada  fácil de pescar -,  decían, una  vez  clavado  a  la  mosca, ofrecía una  batalla  devastadora  cual  verdadero  titán, dando  enormes  corridas  por  el río, desafiando la corriente  y con  una  fuerza tal  que llegaba a sacar  todo  el  backing  del carrete  o  se  clavada  en  algún  punto  de  la  corriente,  cual  árbol  tirado  en el  fondo  del  río.  Su  poderosa dentadura se convertía en  un  dolor  de cabeza,  pues  una  mosca  mal  clavada,  terminada  por ser arrancada sin piedad  del   fuerte tipett,  que  ante  tan  poderoso ejemplar y musculatura,  se  transformaba  tan  sólo en unos  cuantos  centímetros  de débil  seda, argumentaban los cultores de este arte.

     Este  increíble  pez que  ha  llegado  a  habitar  nuestras  aguas  tan  sólo  hace  unos  pocos  años,  es el  gran Chinook,  también  conocido  con  el  nombre  de  King Salmon ( Oncorhynchus tshawytscha). Su  tamaño  hace  verdadero honor a  su nombre, considerado el rey de los  salmones,  usualmente   se  pueden  encontrar  ejemplares entre 8  y  25  kilos de peso,  aún  cuando  el  lugares  como  Alaska,   es  frecuente  encontrar  ejemplares  que sobrepasan  largamente  ésta  talla  media,  llegando algunos  a  pesar  los 50  kilos. 

     Mis  escasos  encuentros  con  los  Chinook fueron  productos  de  la  casualidad.  En una ocasión  pude  observarlos  en el  río  Pilmaiquén, en  nado  libre e indiferentes  a  nuestras moscas,  ninguna  vestida  adecuadamente  para  incitar  la  indiferencia de su majestad.  En otra  ocasión  los encontraría  muertos,  en  este  mismo  lugar, yaciendo en  el  lecho del  río ya  desovados.  Era claro  que  en estos encuentros  - casuales y furtivos - carecía  del  equipo y las moscas adecuadas para enfrentar su captura, por lo que me conformé con observar su  nado  despreocupado, reunidos  en  pequeños  grupos y nadando en perfecta coordinación, mientras otros  asomaban sus mandíbulas curvas  en  la superficie, en forma intermitente, como delatando a propósito su posición  en  el río.

    Al  comienzo  de  la  temporada  2002-2003,   nació  mi  inquietud  de  ir  tras  estos gigantes.  Pronto este anhelo se convirtió  en  un  objetivo  que  debía  cumplir  antes  de  finalizar  la  temporada  de  pesca. Para  ello  debía  prepararme  adecuadamente; pues esta decisión  involucraba   necesariamente  enfrentarse  al  más  poderoso  y  fuerte  de  los  salmones  que  se  encuentran  en  nuestras  aguas  continentales.

 

 

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  • Preparando el encuentro.

     Para  conocer  en detalle  la  pesca  de  los  poderosos  Chinook,   me  puse  en  contacto  con  Patricio Salas Carrasco. Hombre afable, de  carácter  simple  y  de  gran  corazón, gran  conocedor  de  los  hábitos  de estos  gigantes  y  experto  en esta pesca.  Patricio vive  en  la  ciudad de Temuco  y  ha prodigado  sus  días  tratando de proteger a estos peces de la  depredación masiva, llevada a cabo por gente inescrupulosa, incapaz de comprender la  vulnerabilidad  de  estos  magníficos  ejemplares. En el afán de  ayudar  a  los  deportistas  de  nuestro país y del extranjero,  Patricio  se  convirtió   en  guía  de  pesca,  creando “Chinook fly fishing” (www.patagoniaflyfishing.cl). Ésta   constituiría otra  forma de estar  en  contacto  con  los gigantes y continuar  con  su  loable  trabajo  de   protección  y  cuidado de  los  mismos. Estos especimenes,  llegados  del  mar,   suben  por  el  río  Toltén   y  en  su  largo  viaje  que  dura  un  par  de  meses,  llegan  hasta  el  río  Allipén  para  su  ritual  de  cortejo, apareo  y  desove.

    Siguiendo  los  consejos  de  nuestro  amigo,   me  hice  de  un fuerte equipo número ocho, de nueve pies de largo, acción media-rápida,  carrete  número ocho  con  un  poderoso freno de  disco,  backing con  resistencia  para 30 libras,  líneas de hundimiento rápido  Quick Decent 225 y 325 de Cortland,   leader  para 20 libras  y  tipet  8x .   Me armé  de  un  montón  de  moscas  vestidas para  la  ocasión  y  a  finales  del mes marzo  de  este  año, junto a  Alejandro Schüler,  Daniel Portales y Jaime Parra, tomamos  camino al río  Allipén,  para  el esperado encuentro con  estos  magníficos salmonídeos y  vivir así nuestra  propia  “epopeya”, al tratar de cobrar  a  uno  de  los  míticos  y  poderosos Chinook  del  río Allipén.

 

 

 

  • La expedición nocturna. 

    Ninguno de nosotros tenía  claridad de cómo sería el  lugar que visitaríamos. Siguiendo  las  indicaciones  que nos entregara  nuestro amigo Patricio Salas, luego  de  siete horas de  viaje, búsqueda y sorteo de una serie de contratiempos,  llegamos a un  sector  libre  de  vegetación  con  un  inigualable vista  al volcán  Llaima a  unos  cincuenta  metros del  río.  Instalamos nuestro  campamento, cubriéndonos la noche con su manto  de  oscuridad   y  frío intenso,  propio  de  los  días  de  fines de  marzo.

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     La  impaciencia de  conocer   el  río  y  ver  a los Chinook,  nos  llevó a efectuar una  incursión durante  la noche.  Armados  con  todas  las  linternas  que  teníamos  a   mano nos dirigimos  al  río.   La  ribera  de éste, cubierta de una intensa vegetación y  sumada  a  la impenetrable oscuridad,  trasformaron  esta corta distancia en los cincuenta metros más largos que haya  caminado  en los últimos  años.

     Una vez en el río nos separamos para  inspeccionar  mejor  el  lugar.  Éste venía  oscuro y con una  fuerte  corriente, pero  ninguna  señal  de  los  salmones. El frío  se tornó más  intenso y la  prudencia nos recomendó volver al campamento para  comenzar  la búsqueda  en las  primeras horas  del alba. Obligadamente,  para  regresar,  debíamos atravesar  un  pequeño  brazo  del Allipén,  de  no  más  de  once  metro de  ancho, y  donde  el  agua  no  llegaba  más arriba que nuestras rodillas.  Justo  en  la  mitad  de este  brazo,  tropecé  con  una  roca   que  me  obligó  a  girar para  retomar  mi  estabilidad.  Acto  seguido  percibí que  el fondo  del río  comenzó  a  moverse. Tratando  de entender lo  que pasaba, enfoqué la  luz  de  mi  linterna al  agua…: ¡¡mi  sorpresa  y  emoción  fue indescriptible  al  darme  cuenta  que  este  pequeño  brazo  del  río  se encontraba  colmado  de  hermosos  ejemplares  de  Chinook,   quienes  nadaban  lentamente  en  grupos  de  dos,  tres   y  hasta  cuatro  ejemplares  en  forma  sincronizada  y  otros  se  encontraban  simplemente  inmóviles  en  algunos  puntos  de   la fuerte corriente¡¡.   La  misma  sorpresa  se  llevarían  mis  compañeros   cien  metros  río  abajo.  Reuniéndonos  para  contemplar  uno  de  los  espectáculos  mas  hermosos  que nos regalara  el  Allipén, pudimos descansar: ¡¡ Habíamos   encontrado   a  los prometidos salmones,   en  un  número  que  jamás  habíamos  imaginado,   nadando   en  la  más  completa calma   y  a sólo  cincuenta  metros  de  nuestro  campamento base !!.

 

 

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  • Noche de atado y montaje.

    De  regreso  en  el  campamento,  y  aún  sorprendidos  por  nuestro  hallazgo, cenamos rápidamente  para dar paso a una sesión  “urgente de atado de moscas”.  Resultaba evidente que las  moscas traídas de nuestros hogares, no serían las  adecuadas  para  tan  magníficos  ejemplares  de King. Preparamos una  improvisada mesa con una  pieza  de  suelo falso del Jeep, donde  instalamos las prensas,  ordenamos el material  y nos  entregamos a discutir  las  características  que  debían   poseer nuestros  montajes   para   lograr  la  mejor   productividad  en  nuestra  pesca.

     Este  intercambio  de  ideas  y  teorías,  entretenido  y  enriquecedor,  pronto  logró  sus  frutos  y  con el correr de los minutos, comenzaron  a  aparecer los  primeros  montajes  para  la  ocasión.

 

 

 

 

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       Pescando el río Allipen.

     Nuestra  jornada  de  pesca  comenzó  con  los  primeros  rayos  de  luz.  Volvimos  al  lugar donde habíamos  encontrado  a los salmones la noche anterior; éstos se  encontraban  en el mismo  lugar,  nadando  contra la corriente sin hacer mayores  esfuerzos.  Durante un rato los  observamos  y  pudimos corroborar que seguían  con  el  mismo  patrón  de  comportamiento observado la noche anterior; sin embargo, a la luz del día asomaban sus mandíbulas curvas en la superficie, en forma intermitente, como  tratando  de  alcanzar  algo fuera  del  agua.

     Unos  minutos  después  nos  lanzamos  a  la  pesca de los Chinook. La estrategia  sería  simple…: “captura  selectiva”  decidimos, tratando así de engañar con nuestras moscas a un  ejemplar  seleccionado con anterioridad, ¡¡en apariencia algo “bastante simple”¡¡.  Con  el correr de las horas nos daríamos  cuenta  que  era  algo  más  complejo  de  lo  que  habíamos  imaginado, pues los salmones  seguían indiferentes a nuestras imitaciones. Luego de reunirnos de urgencia  para  intercambian ideas y corregir nuestros  lanzamientos, volvimos  a  enfrentar  nuestra  pesca. Clarificada la  situación, y hecho un análisis más acabado  de nuestras posibilidades, logramos  las  primeras  capturas. 

 

 

 

 

      Relata  Daniel : “Caminábamos por un brazo de poco caudal, cuando Ricardo me indica  que  hay un gran  Chinook  a un costado  de  un  pequeño pozón.  Miro  con  atención  lo que para mí era sólo un tronco bajo el agua, para descubrir  que era un  gran  salmón de color verde oscuro con unas incipientes manchas blanquecinas.   Me quedé en este lugar tratando de  pescar al gran King,  mientras  Ricardo   continuaba río abajo.  Me puse  a  unos  diez metros  del gran  pez  y  comencé a  lanzar  mi línea  a la  posición donde  éste se encontraba; ¡lancé en varios  ángulos  y  el  pez  continuaba inmóvil¡, sin  mostrar  ningún interés  por  mi  mosca.   Seguí intentando  por  unos  minutos  e  inesperadamente sentí un fuerte tirón de la línea: el salmón  había  tomado  la mosca, pero en forma   igual  de  inesperada  la soltó.  Mi  adrenalina  comenzó  a  subir al  igual que mi emoción,  mezclada con mucha tensión.

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     Con nuevos bríos intenté su captura por varios  minutos. Tan sorpresivo como el primer  tirón,  sentí un segundo y escuché uno de los sonidos artificiales más hermosos a  los oídos de un pescador: “el sonido del carrete cuando está liberándose la línea”; ¡…había enganchado mi primer chinook…!.  El poderoso  salmón, tomado a la mosca, comenzó a nadar  en  favor de la corriente, río abajo;¡ era perfecto y  todo iba bien!. Sólo  debía mantenerlo en esta posición…, pero algo  ocurrió, la línea, en un desafortunado imprevisto, se enredó,  formándose un gran nudo en el  backing,  el que se había enrollado en la bobina, producto  de  la  velocidad  y  la  fuerza  con  que  tiraba  este  musculoso ejemplar.  Instintivamente comencé  a “correr” detrás del pez. Entre  tropezones  y  resbalones  logré  bajar  por un brazo del  río,  pero  el  Chinook  seguía con  la  misma  energía  y  rápidamente  se  precipitó por  otro  brazo del  río.  Nuevamente  fui  en  su  persecución: ¡¡ por un momento llegué  a  cuestionar la  posición del  capturado,  más que  el Chinook  en la línea, parecía  que  yo era el atrapado!!.  Avancé  varios metros  por  este  brazo  mientras  comenzaba  a  sentir  el agotamiento de  esta  lucha.  Casi  sin  darme cuenta,  llegué a un recodo del río bastante profundo y de  fuerte  corriente,  donde era  claro que no podía seguir  avanzando.  Lo único que me quedaba por hacer, era sostener la caña  esperando que  el pez cortara la  línea.  Sin embargo,  pasados unos minutos,  el  King seguía  allí en la  corriente, trasformado en un peso muerto…: ¡¡ se había convertido en una verdadera ancla!!.

    La  posición del  Chinook  fija en el río, me dio tiempo suficiente para  lograr desatar el desafortunado nudo y sortear el obstáculo que la naturaleza había puesto frente a mí.  Comencé a recoger la línea, y me percaté que el enorme salmón estaba demasiado cansado como para  seguir  su lucha  y  sin oponer más resistencia  llegó a mis  manos.

     Terminado este episodio y recobrada la calma, me senté  en la orilla del río; recordé en detalle lo ocurrido y no pude dejar de sentir  algo de frustración: ¡¡no  fue  justo  que  ocurriera este  enredo de líneas!!; no  hacía  justicia  al  poderío  entregado  por este hermosos  ejemplar  de  King y menos hacia justicia a mis deseos  de  no  dañar   demasiado a tan digo y honorable  rival.

    Por su parte Alejandro,  Jaime y  Ricardo  lograron  algunas  capturas,  con  mejor  fortuna que la mía.

 

 

 

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  • La Danza de los Chinook.    

     Pasado el mediodía nos reunimos los  cuatro pescadores. Los avistamientos de los salmones seguían, pero no parecían   dispuestos a picar con nada que le  ofrecíamos.  Nos detuvimos un momento para observarlos, nadaban en forma sincronizada y  de  vez  en  cuando asomaban sus mandíbulas curvas en la superficie, - en forma intermitente-, como  tratando  de  alcanzar algo fuera agua.   Este  comportamiento  se  volvía a repetir, al igual que en la  primeras  horas de la mañana  y  del  medio día.  Era claro que no estaban comiendo  y  menos  algo que se  encontrara  fuera  de  la superficie del agua. En este momento  dejamos  de  pescar  y  nos  dedicamos  a  recorrer  el  río  para  observar   a  los  poderosos   gigantes,   los  que  nadaban  sincronizadamente,  como  si  bailaran  al compás  de la fuerte corriente del río.   Un  largo  rato  discutimos  el  tema   - y  aún  cuando  no  tenemos  la certeza -,   casi  podríamos  afirmar que los Chinook  se  encontraban  realizando una  danza  apasionada  y  tierna,  como  parte  del  ritual  de apareamiento.   Ahora  no  se veían  tan poderosos,  sino  más  bien  gentiles  y  vulnerables.  Los  observamos  durante  el  transcurso  de  la  tarde  y  nos  retiramos del lugar  mientras  comenzaba  a  caer  el día.   Dejamos  a  los  Chinook    tranquilos  en  el  río,  con  sus  rituales  y  cortejos,   para que continuaran  con  sus  nados  sincronizados  y   su  danza  apasionada,  en  este  río seleccionado sabiamente  por  sus  instintos, regalo de la Madre Naturaleza  y  donde  darán  paso  a  una  nueva  generación de  vida.

 

 

 

 

 
 

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