En el transcurso de los últimos años, me enteré de las increíbles
historias que contaban algunos pescadores. Estos relatos
aludían al encuentro con un pez “gigante”, - propio de los países del
norte-, de inusual tamaño para las truchas que habitantes frecuentemente
nuestras aguas. El poderoso gigante, - nada fácil de pescar -,
decían, una vez clavado a la mosca, ofrecía una batalla devastadora
cual verdadero titán, dando enormes corridas por el río, desafiando la
corriente y con una fuerza tal que llegaba a sacar todo el backing
del carrete o se clavada en algún punto de la corriente, cual
árbol tirado en el fondo del río. Su poderosa dentadura se convertía
en un dolor de cabeza, pues una mosca mal clavada, terminada por
ser arrancada sin piedad del fuerte tipett, que ante tan poderoso
ejemplar y musculatura, se transformaba tan sólo en unos cuantos
centímetros de débil seda, argumentaban los cultores de este arte.
Este increíble pez que ha llegado a habitar nuestras aguas tan
sólo hace unos pocos años, es el gran Chinook, también conocido
con el nombre de King Salmon ( Oncorhynchus tshawytscha). Su tamaño
hace verdadero honor a su nombre, considerado el rey de los salmones,
usualmente se pueden encontrar ejemplares entre 8 y 25 kilos de
peso, aún cuando el lugares como Alaska, es frecuente encontrar
ejemplares que sobrepasan largamente ésta talla media, llegando
algunos a pesar los 50 kilos.
Mis escasos encuentros con los Chinook fueron productos de la
casualidad. En una ocasión pude observarlos en el río Pilmaiquén,
en nado libre e indiferentes a nuestras moscas, ninguna vestida
adecuadamente para incitar la indiferencia de su majestad. En
otra ocasión los encontraría muertos, en este mismo lugar, yaciendo
en el lecho del río ya desovados. Era claro que en estos encuentros
- casuales y furtivos - carecía del equipo y las moscas adecuadas para
enfrentar su captura, por lo que me conformé con observar su nado
despreocupado, reunidos en pequeños grupos y nadando en perfecta
coordinación, mientras otros asomaban sus mandíbulas curvas en la
superficie, en forma intermitente, como delatando a propósito su posición
en el río.
Al comienzo de la temporada 2002-2003, nació mi inquietud de ir
tras estos gigantes. Pronto este anhelo se convirtió en un objetivo
que debía cumplir antes de finalizar la temporada de pesca. Para
ello debía prepararme adecuadamente; pues esta decisión involucraba
necesariamente enfrentarse al más poderoso y fuerte de los
salmones que se encuentran en nuestras aguas continentales.
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Para conocer en detalle la pesca de los poderosos Chinook, me
puse en contacto con Patricio Salas Carrasco. Hombre afable, de
carácter simple y de gran corazón, gran conocedor de los hábitos
de estos gigantes y experto en esta pesca. Patricio vive en la
ciudad de Temuco y ha prodigado sus días tratando de proteger a estos
peces de la depredación masiva, llevada a cabo por gente inescrupulosa,
incapaz de comprender la vulnerabilidad de estos magníficos ejemplares.
En el afán de ayudar a los deportistas de nuestro país y del
extranjero, Patricio se convirtió en guía de pesca, creando
“Chinook fly fishing” (www.patagoniaflyfishing.cl). Ésta constituiría otra forma de estar en contacto con los gigantes
y continuar con su loable trabajo de protección y cuidado de los
mismos. Estos especimenes, llegados del mar, suben por el río Toltén y en su largo viaje que dura un par de meses, llegan
hasta el río Allipén para su ritual de cortejo, apareo y desove.
Siguiendo los consejos de nuestro amigo, me hice de un fuerte
equipo número ocho, de nueve pies de largo, acción media-rápida, carrete
número ocho con un poderoso freno de disco, backing con resistencia
para 30 libras, líneas de hundimiento rápido Quick Decent 225 y 325 de
Cortland, leader para 20 libras y tipet 8x . Me armé de un
montón de moscas vestidas para la ocasión y a finales del mes
marzo de este año, junto a Alejandro Schüler, Daniel Portales y Jaime
Parra, tomamos camino al río Allipén, para el esperado encuentro con
estos magníficos salmonídeos y vivir así nuestra propia “epopeya”, al
tratar de cobrar a uno de los míticos y poderosos Chinook
del río Allipén.
Ninguno de nosotros tenía claridad
de
cómo sería el lugar que visitaríamos. Siguiendo las indicaciones que nos
entregara nuestro amigo Patricio Salas, luego de siete horas de viaje,
búsqueda y sorteo de una serie de contratiempos, llegamos a un sector
libre de vegetación con un inigualable vista al volcán Llaima a
unos cincuenta metros del río. Instalamos nuestro campamento,
cubriéndonos la noche con su manto de oscuridad y frío intenso,
propio de los días de fines de marzo.
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La impaciencia de conocer el río y ver a los Chinook, nos llevó a
efectuar una incursión durante la noche. Armados con todas las
linternas que teníamos a mano nos dirigimos al río. La ribera de
éste, cubierta de una intensa vegetación y sumada a la
impenetrable oscuridad, trasformaron esta corta distancia en los cincuenta
metros más largos que haya caminado en los últimos años.
Una vez en el río nos separamos para inspeccionar mejor el lugar.
Éste venía oscuro y con una fuerte corriente, pero ninguna señal de
los salmones. El frío se tornó más intenso y la prudencia nos recomendó
volver al campamento para comenzar la búsqueda en las primeras horas
del alba. Obligadamente, para regresar, debíamos atravesar un pequeño
brazo del Allipén, de no más de once metro de ancho, y donde el
agua no llegaba más arriba que nuestras rodillas. Justo en la
mitad de este brazo, tropecé con una roca que me obligó a girar
para retomar mi estabilidad. Acto seguido percibí que el fondo
del río comenzó a moverse. Tratando de entender lo que pasaba, enfoqué
la luz de mi linterna al agua…: ¡¡mi sorpresa y emoción fue
indescriptible al darme cuenta que este pequeño brazo del río se
encontraba colmado de hermosos ejemplares de Chinook, quienes
nadaban lentamente en grupos de dos, tres y hasta cuatro
ejemplares en forma sincronizada y otros se encontraban simplemente
inmóviles en algunos puntos de la fuerte corriente¡¡. La misma
sorpresa se llevarían mis compañeros cien metros río abajo.
Reuniéndonos para contemplar uno de los espectáculos mas hermosos
que nos regalara el Allipén, pudimos descansar: ¡¡ Habíamos encontrado
a los prometidos salmones, en un número que jamás habíamos
imaginado, nadando en la más completa calma y a sólo cincuenta
metros de nuestro campamento base !!.
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De regreso en el campamento, y aún sorprendidos por nuestro
hallazgo, cenamos rápidamente para dar paso a una sesión “urgente de atado
de moscas”. Resultaba evidente que las moscas traídas de nuestros
hogares, no serían las adecuadas para tan magníficos ejemplares de King. Preparamos una improvisada mesa con una pieza de suelo falso del
Jeep, donde instalamos las prensas, ordenamos el material y
nos entregamos a discutir las características que debían poseer
nuestros montajes para lograr la mejor productividad en nuestra
pesca.
Este intercambio de ideas y teorías, entretenido y enriquecedor,
pronto logró sus frutos y con el correr de los minutos, comenzaron a
aparecer los primeros montajes para la ocasión.
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Pescando el río Allipen.
Nuestra jornada de pesca
comenzó con los primeros rayos de luz. Volvimos al lugar donde
habíamos encontrado a los salmones la noche anterior; éstos se
encontraban
en el mismo lugar, nadando contra la corriente sin hacer mayores
esfuerzos. Durante un rato los observamos y pudimos corroborar que
seguían con el mismo patrón de comportamiento observado la noche
anterior; sin embargo, a la luz del día asomaban sus mandíbulas curvas en la
superficie, en forma intermitente, como tratando de alcanzar algo fuera
del agua.
Unos minutos después nos lanzamos a la pesca de los Chinook. La
estrategia sería simple…: “captura selectiva” decidimos, tratando
así de engañar con nuestras moscas a un ejemplar seleccionado con
anterioridad, ¡¡en apariencia algo “bastante simple”¡¡. Con el correr de
las horas nos daríamos cuenta que era algo más complejo de lo que
habíamos imaginado, pues los salmones seguían indiferentes a nuestras
imitaciones. Luego de reunirnos de urgencia para intercambian ideas y
corregir nuestros lanzamientos, volvimos a enfrentar nuestra pesca.
Clarificada la situación, y hecho un análisis más acabado de nuestras
posibilidades, logramos las primeras capturas.
Relata Daniel
: “Caminábamos por un brazo de poco caudal, cuando
Ricardo me indica que hay un gran
Chinook
a un
costado de un pequeño pozón. Miro con atención lo que para mí
era sólo un tronco bajo el agua, para descubrir que era un gran salmón de
color verde oscuro con unas incipientes manchas blanquecinas. Me quedé en
este lugar tratando de pescar al gran King, mientras Ricardo continuaba
río abajo. Me puse a unos diez metros del gran pez y comencé a
lanzar mi línea a la posición donde éste se encontraba; ¡lancé en
varios ángulos y el pez continuaba inmóvil¡, sin mostrar ningún
interés por mi mosca. Seguí intentando por unos minutos e
inesperadamente sentí un fuerte tirón de la línea: el salmón había tomado
la mosca, pero en forma igual de inesperada la soltó. Mi adrenalina
comenzó a subir al igual que mi emoción, mezclada con mucha tensión.
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Con nuevos bríos intenté su captura por varios minutos. Tan sorpresivo como
el primer tirón, sentí un segundo y escuché uno de los sonidos
artificiales más hermosos a los oídos de un pescador: “el sonido del
carrete cuando está liberándose la línea”; ¡…había enganchado mi primer
chinook…!. El poderoso salmón, tomado a la mosca, comenzó a nadar
en favor de la corriente, río abajo;¡ era perfecto y todo iba bien!.
Sólo debía mantenerlo en esta posición…, pero algo ocurrió, la línea, en
un desafortunado imprevisto, se enredó, formándose un gran nudo en el
backing, el que se había enrollado en la bobina, producto de la
velocidad y la fuerza con que tiraba este musculoso ejemplar.
Instintivamente comencé a “correr” detrás del pez. Entre tropezones y
resbalones logré bajar por un brazo del río, pero el Chinook seguía
con la misma energía y rápidamente se precipitó por otro brazo del
río. Nuevamente fui en su persecución: ¡¡ por un momento llegué a
cuestionar la posición del capturado, más que el Chinook en la línea,
parecía que yo era el atrapado!!. Avancé varios metros por este
brazo mientras comenzaba a sentir el agotamiento de esta lucha.
Casi sin darme cuenta, llegué a un recodo del río bastante profundo y de
fuerte corriente, donde era claro que no podía seguir avanzando.
Lo único que me quedaba por hacer, era sostener la caña esperando que el
pez cortara la línea. Sin embargo, pasados unos minutos, el King seguía
allí en la corriente, trasformado en un peso muerto…: ¡¡ se había
convertido en una verdadera ancla!!.
La posición del Chinook fija en el río, me dio tiempo suficiente para
lograr desatar el desafortunado nudo y sortear el obstáculo que la
naturaleza había puesto frente a mí. Comencé a recoger la línea, y me
percaté que el enorme salmón estaba demasiado cansado como para seguir su
lucha y sin oponer más resistencia llegó a mis manos.
Terminado este episodio y recobrada la calma, me senté en la orilla del
río; recordé en detalle lo ocurrido y no pude dejar de sentir algo de
frustración: ¡¡no fue justo que ocurriera este enredo de líneas!!; no
hacía justicia al poderío entregado por este hermosos ejemplar de
King y menos hacia justicia a mis deseos de no dañar demasiado a tan
digo y honorable rival.
Por su parte Alejandro, Jaime y Ricardo lograron algunas capturas,
con mejor fortuna que la mía.
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Pasado el mediodía nos reunimos los cuatro pescadores. Los avistamientos de
los salmones seguían, pero no parecían dispuestos a picar con nada que le
ofrecíamos. Nos detuvimos un momento para observarlos, nadaban en forma
sincronizada y de vez en cuando asomaban sus mandíbulas curvas en la
superficie, - en forma intermitente-, como tratando de alcanzar algo
fuera agua. Este comportamiento se volvía a repetir, al igual que
en la primeras horas de la mañana y del medio día. Era claro que
no estaban comiendo y menos algo que se encontrara fuera de la
superficie del agua. En este momento dejamos de pescar y nos
dedicamos a recorrer el río para observar a los poderosos
gigantes, los que nadaban sincronizadamente, como si bailaran al
compás de la fuerte corriente del río. Un largo rato discutimos el
tema - y aún cuando no tenemos la certeza -, casi podríamos
afirmar que los Chinook se encontraban realizando una danza apasionada
y tierna, como parte del ritual de apareamiento. Ahora no se
veían tan poderosos, sino más bien gentiles y vulnerables. Los
observamos durante el transcurso de la tarde y nos retiramos del
lugar mientras comenzaba a caer el día. Dejamos a los Chinook
tranquilos en el río, con sus rituales y cortejos, para que
continuaran con sus nados sincronizados y su danza apasionada, en
este río seleccionado sabiamente por sus instintos, regalo de la Madre
Naturaleza y donde darán paso a una nueva generación de vida.
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